... y miré mis manos borrosas y húmedas. Si, era el final. Sabia de antes que las cosas no estaban bien y bueno, fue el remate. Si, fue un gran error, el peor seguramente o al menos el que es imposible de olvidar. Recuedo sus ojos desangrados en lágrimas que miraban desde la puerta. El dolor en gotas saladas rodaba por sus mejillas y sus ojos fijos, abiertos de par en par eran incrédulos. Su boca sellada en labios blancos que aprisionaban un grito. Su rictus de perpleja severidad me recuerda hoy a las estatuas que miran como siempre el pasar humano indiferente pero a la vez doliente. Carla no se dio cuenta, claro, abocada como estaba a sus menesteres orales que tanto disfrutaba, mientras de fondo la voz de Pedro casi como una paradoja del destino, cantaba mis palabras a futuro. Esa misma música la atrajo como tela de araña para que el destino clavara en su retina la imagen de su mejor amiga devorándome...
¿Cómo voy a lograr que aún me quieras?
¿Cómo lograr que quieras escuchar?
Cuando este fuego me desvela
pero despierto solo una vez más
¿Cómo lograr verte de nuevo?
¿Cómo he de recobrar tu corazón?
¿Cómo aceptar que todo ha muerto
y ya no hay forma de pedir perdón?
Qué mal,
qué mal,
esta absurda y triste historia
que se pone cada vez peor
Qué mal,
qué mal,
¿por qué ni puedo hablarte?
Temo que es así,
que ya no hay forma de pedir perdón
¿Cómo lograr que aún me quieras?
¿Cómo lograr que quieras escuchar?
Cuando este fuego me desvela...
¿Qué es lo que voy a hacer?
¿Qué es lo que voy a hacer
si ya no hay forma de pedir perdón?
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